Tarjeta verde- Cultura

Tarjeta verde

Madorrán, obra de teatro, unipersonal, de Jorge Drechsler, protagonizada por Ramiro Aguayo, invita a pasar un momento relajado en el Teatro Anfitrión.

Tomándose su tiempo para concentrarse y conectar con las emociones, que provocará la aparición de los recuerdos, Ramiro Aguayo (Crece a lo lejos un canto, Yo así, La Venus de las pieles) hace una excelente actuación, impecable, donde los tiempos de introspección a veces se alargan demasiado (una canción retro de fondo, de principio a fin, mientras Madorrán hace la procesión por dentro mirando a la nada), pero a medida que avanza la obra la intensidad de las emociones crece y la obra toma vigor hasta desembocar en un plácido momento donde la imaginación crea el clima esperado y las emociones afloran junto a los pensamientos que desencadena la obra. Es la historia del polémico árbitro de fútbol Fabián Madorrán, alguien que dio su vida por las reglas de juego. Tras una cadena de errores en un partido de ascenso, es expulsado del arbitraje y, tiempo después, decide acabar con su vida. Empecinado en hacer cumplir las leyes, como una pasión, en un país de pasiones y apasionados (llegando al fanatismo), los límites se desdibujan. Un excelente trabajo, por parte del protagonista y del director, sobre el folclore del fútbol, el relato del relator, los comentaristas, la hinchada, y el universo del fútbol. Con una escenografía minimalista, luces verdes que bordean el perímetro que simula ser la cancha, los botines y la ropa de referí, el director Jorge Drechsler (actor en Esperando a Godot y La grieta) crea el clima apropiado para que la obra se disfrute, también a cargo del texto, sensible y preciso, con un final para cada escena finamente pensado, para dejar reflexionando al espectador con las luces apagadas. El recurso del televisor, con el video del partido donde se produjo el incidente, exhibe un fragmento de realidad en la ficción, y de esta manera vuelve la obra significativa; la expectativa crece, sin grandes conflictos ni textos rimbombantes (baja cuando la pretensión poética toma el primer plano y el “vos” es sustituido por un viejo y fuera de época “tu”, que confunde al espectador). ¿Qué pasa cuando se acaba el partido y los domingos sin fútbol ya no son domingos? La obra cobra vuelo cuando hace el pasaje del deporte popular a la intimidad de una sala de teatro, permitiendo abrir una mirada intimista del gran espectáculo.El simbólico final, la música retro, el monólogo de Madorran que permite imaginar y hasta ver a los deliciosos jugadores en la cancha, dejan una linda sensación en el espectador en un tiempo justo para apreciar, y recordar, a uno de los grandes referí que tuvo el fútbol argentino. Una obra que acompaña al espectador hasta el próximo partido.

 

Teatro Anfitrión: Venezuela 3340

Viernes 21 hs.

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