«SI NO VOY A TRABAJAR NO COBRO, Y EN EL TRABAJO NO SABEN QUE SOY GAY», ALBAÑIL

1 de mayo, 2020

La cuarentena le da tiempo a Ramón para sentarse y contar su historia. Sobrevivió al desarraigo y a la belleza de los chicos de Buenos Aires. La falta de trabajo en tiempos de pandemia sumada a las trampas de la patronal, parece ser más dificil que librarse de la ira de su mamá cuando supo que no le gustaban las chicas. 

Nací en Caaguazú (Yerba grande en guaraní) pero no me gusta tanto el mate como el tereté, el tereré me gusta con mucho yuyo, que en Paraguay lo llamamos tereré pantano. Llegué a Buenos Aires a los 5 con mi mamá, porque ella había conseguido trabajo a través de mi tía, que ya vivía acá, para trabajar como empleada doméstica. A los 7 años llegó mi hermana de Caaguazú, Juana, que vivía allá con mi abuela y mis 5 hermanas. Cuando ella llegó, yo volví a Paraguay, porque mi mamá no podía mantener a muchos hijos acá. En Caaguazú fui a la escuela y con la plata, que le mandaba mi mamá a mi abuela, me compraba las cosas para el colegio, vivíamos de eso. Nunca tuve un juguetito así, un oso de peluche, o esas cosas. Jugábamos con las botellas vacías que atábamos, como si fuesen autitos, y le poníamos rueditas de las tapas de las gaseosas con un palito, y así los hacíamos andar. Algunos se imaginaban que era un avión, otros un carro. Tuve mi primera fiesta de cumpleaños a los 8. Yo no conocía la torta. Cuando la vi por primera vez no lo podía creer. Era celeste, yo quería una torta rosa, porque a todas mis hermanas las vestían con cosas rosas. Yo me acuerdo que ese día tenía puestas unas sandalias que me había mandado mi mamá de acá. 

Cuando venía de la escuela iba a buscar mandioca, maíz y poroto al fondo, donde la abuela tenía un terrenito. Después la ayudaba a cocinar. Comíamos mucho poroto, carne y polenta con esos tucos, que le decíamos rorá. Tenía un perrito blanco que se llamaba Yuco nde porä, que significa lindo. Cuatro gatos, porque ahí no se castraban y a todos les decías ‘michi’ y venían. Mi abuela tenía un chancho, no tenía corral ni nada, atado con una correa. Le daba de comer mandioca y lo que sobraba de la comida. Después tenía cría, y para Semana Santa mataba, a la madre la carneaba, pero ella dejaba a sus crías. Yo, a los 8 o 9 años, me sentía raro. Nunca lo hablé con nadie hasta los 18 años que le dije a mamá y ella reacción mal. No me habló por mucho tiempo y me dijo que lo iba a saber solo ella, que no se lo contara a nadie. Eso fue cuando yo vine de vuelta acá, porque ya no me gustaba más estar allá; ya era un vaguito… Un primo mío, cuando tenía 16 años, me trajo para Buenos Aires y me consiguió trabajo en la  construcción.

BUENOS AIRES, LA CIUDAD DE LOS CHICOS LINDOS

En mi vida había visto tantos chicos lindos. Todas las noches pensando en los chicos argentinos. Enseguida empecé a tramitar mi documento con una abogada. Con el Paisa, mi primo, trabajé en una obra y después en otra y en otra. Al principio me sentía raro, porque yo no sabía nada. En Paraguay, para mí, solamente existía la pala y el pico. Acá, me encontré que había: corta hierro, punta, maza, tanza y un montón de herramientas. Una vez, acá había un curepí (un típico argentino) que me pidió que le llevara la tanza y como yo no la encontraba, se enojó. Yo parecía un gallito mal atado, dando vueltas, que se ahorcaba. Cuando me vio que no encontraba nada, me gritó: ‘Cómo que no vas a saber’. En Paraguay a la tanza lo llamábamos hilo; un montón de cosas la llamábamos de otra forma. Me costó adaptarme. Lo que más me gustó de acá fue la gente, la ciudad y la belleza de los hombres. Acá son todos, no sé, hermosos, como hablan, como te tratan… Allá miraba mucho ‘Patito feo’, era mi novelita favorita, y veía la ciudad de Buenos Aires, evolucionada, y ya me gustaba.

Hace 10 años que trabajo en la construcción, con una constructora que me lleva de obra en obra. Me siento cómodo con mis compañeros porque ellos no saben que soy gay, tampoco es que soy una loca agarrando la cuchara. Soy de esos gays, que son gays; pero que no se le nota. Para mí que… si ellos lo supieran… no me sentiría cómodo. Pero no sé … Tenemos un grupo de guasap y ahí se pasan cada cachivache… Tipos cogiéndose a otros tipos…  Memes de genitales a montones.  Cuando nos cambiamos, que nos cambiamos todos juntos, se miran entre ellos y siempre me dicen que la tengo grande; esas cosas dicen… Siempre se cargan: ‘Ah te gusta el chori o la morci’, pero no a mí solo, a cualquiera. A la mañana y a la tarde, cuando nos cambiamos y cuando nos ponemos desodorante para salir del trabajo, siempre terminan haciendo cargadas de chota, o uno le dice a otro ‘a vos no se te para más…’. A ese le decimos Pico de Loro porque… bueno, ustedes entienden. Una vez, yo, que soy gay, les dije ‘Basta de hablar todo el día de chotas’.

En el trabajo, supuestamente estoy en blanco, pero no me pagan vacaciones, ni feriados, cuando tengo que viajar a Paraguay para ver a mi abuela, me hacen renunciar y ahora que estoy terminando el secundario tampoco me dan días por estudio. Me pagan por quincena y si no voy a trabajar, no cobro ese día, por más que esté con fiebre, anginas o lo que sea. Pero esto es así, porque la mayoría de las empresas de construcción son así. No sé si porque somos paraguayos o siempre es así. Si reclamas mucho, te echan, sí. Las ayudas que a veces ponía el gobierno no te las daban. No tenemos una cuenta bancaria para cobrar el sueldo, te dan la plata en la mano, pero en el recibo aparece el nombre de un banco; eso huele a quemado, no sé si es así en todos lados, me parece que es trucho ¿no? Pero tenemos obra social.

Ahora estoy preocupado porque tengo que pagar el alquiler, la tarjeta, la comida, los servicios y no estoy cobrando nada; la empresa si no vas a trabajar no paga. Estoy esperando volver al trabajo porque tampoco sé si me van a dar el apoyo del ANSES porque como estoy en blanco no me correspondería. Y no recibiría la plata ni de un lado ni del otro. De la cuarentena qué te puedo decir… ¿Cómo voy a sobrevivir hasta el 13?  Por Ramón Benítez.

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