«ME ENOJA CASI TODO LO QUE VEO, LEO Y ESCUCHO; ENTONCES DEFORMO»

25 de agosto, 2020

El escritor, periodista y psicólogo Facu Soto cerrará 2020 con cuatro títulos publicados: la biografía de Ioshua, el poeta gay del barrio de Libertad en Merlo, conurbano bonaerense, publicada por Mansalva; «Notas maricas», con una selección de textos y artículos que publicó en suplemento SOY de Página 12 reunidos por la editorial de la Universidad General Nacional Sarmiento; la novela «Cactus» con ilustraciones de Juan Malka a beneficio de Casa Trans; y pronto Editorial Chirimbote lanzará «La fábrica de sueños» para infancias.

Por Milena Heinrich

Con cuatro libros publicados casi al unísono, desde una biografía sobre Ioshua hasta una novela con paraje rural, el escritor, periodista y psicólogo Facu Soto desenmascara la hipocresía que tiraniza las formas de vivir la identidad y de ejercer la sexualidad, y proyecta una obra luminosa y disidente desde una perspectiva que encuentra en la palabra una forma posible de intervención política contra todo canon.

En un año atípico, para muchos de adormecimiento profundo, Soto tiene mucho para contar porque este 2020 cerrará con cuatro títulos publicados: la biografía de Ioshua, el poeta gay del barrio de Libertad en Merlo, conurbano bonaerense, publicada por Mansalva; «Notas maricas», con una selección de textos y artículos que publicó en suplemento SOY de Página 12 reunidos por la editorial de la Universidad General Nacional Sarmiento; la novela «Cactus» con ilustraciones de Juan Malka a beneficio de Casa Trans; y pronto Editorial Chirimbote lanzará «La fábrica de sueños» para infancias.

Soto es escritor y psicólogo con perspectiva de género. Desde 2010 escribe notas en el suplemento de la diversidad del diario Página 12 y hace seis años coordina el Laboratorio de Literatura Gay-Queer del Centro Cultural Ricardo Rojas, un espacio que define como «experimental» y se focaliza en lo queer con lecturas «desde Pedro Lemebel hasta Naty Menstrual, pasando por los diarios de Gabriela Mansilla hasta Perlongher y Paul B. Preciado. Desde Oscar Hermes Villordo, que me influyó en mis primeras lecturas con ‘El ahijado’ a principios de los 90 hasta Monique Wittig», cuenta a Télam.

Publicó más de 30 libros, entre no ficción, poesía y narrativa. Su última novela «Cactus» (Saraza), con el campo como trasfondo, tiene como protagonista a Lisandro, un hombre que revisa sus recuerdos con cierta nostalgia de juventud y se echa andar por la ruta, hasta que llega a un festejo rural. Es una novela que habla sobre la desobediencia, la angustia del amor que no pudo ser, el cuerpo que no es el mismo de hace veinte años, pero sobre todo, del deseo.

Y remite, también, a la máscara. «Avanza con los ojos cerrados, guardando en la memoria la cara del peón. Es rubio, no debe de tener más de 20 años, parece sumiso y mandón al mismo tiempo. Recuerda los dientes blancos y parejos, la bombacha amplia, el cinturón con monedas, y el culo gordo como el de un avestruz», escribe el narrador.

-T: Tanto en ficción como en no ficción hay un posicionamiento no restrictivo de la sexualidad ¿cómo definís esa mirada?
-F.S: Desde que empecé a ejercer el periodismo lo hice en medios no hegemónicos, disidentes, como el Soy de Página 12 o Sentido G o Gente Rara. Un poco por la formación en la cancha que iba teniendo y otro poco por mi parte Ioshua que llevo, es decir bien punk, de intentar romper con todo lo establecido, es que me zambullí de lleno en todo lo que es queer o disidente. Mi mirada es feminista. Estoy en contra de todo tipo de jerarquías, no solo sexuales o de género. Mi marca es outsider, porque me enoja casi todo lo que veo, leo y escucho; entonces deformo. Mis novelas son eso: deformidades de otras cosas. Por eso hay mucho sexo, porque irrumpe el sexo como un demonio.

No me gustan las familias, ni tradicionales ni no tradicionales; para mí el placer y la contención pasan por otros lados, nuevos sistemas de relación. No estoy en contra del matrimonio igualitario porque nos posiciona en igualdad de derechos y ademas vino a poner en jaque el concepto de familia tradicional y eso incómodo a la iglesia; lo cual fue genial. Estoy en contra de todo tipo de matrimonio como institución, en contra del sistema democrático porque es un sistema caduco que viene de la época de Platón. Tendríamos que pensar e implementar otro. Por eso invito, a través de mis notas, ya sean periodísticas o literarias, a pensar y repensar todo. Mi objetivo es trans-formar. Y por eso, mis textos son trans, más que gay.

-T: Decías que tu impronta es outsider, ¿cómo se vincula con uno de los proyectos recién publicados, la biografía sobre Ioshua, el poeta gay del conurbano?
-F.S: En Ioshua se ve claro esta intersección donde él no era admitido, aunque resultaba simpático verlo desde afuera, pero nadie lo invitaba a su casa o a su cumpleaños, porque Ioshua no solo era puto, era negro y pobre y la aporofobia es grandísima en nuestro país. Si hubiese sido negro, pero lindo, hegemónico y con dinero, no hubiese sido tan repelente para mucha gente.
A Ioshua lo conocí hace muchos años, fuimos amigos y compañeros de ruta. Hicimos muchas lecturas y me pidió en el 2009 que le escribiera el prólogo para un libro que se autopublicó. Apenas murió pensé que tenía que escribir su biografía. Primero, porque lo conocí mucho, y como psicólogo también había pesquisado muchos aspectos de su personalidad. Después, porque tenía una cosa muy punk, muy rara, atípica en el ambiente poético-literario y artístico que lo hacía único, diferente, super zarpado, iba al frente y era un artista. Hacer la bio fue como una especie de homenaje, de rescate: de su obra como de su persona, que también se había vuelto una obra artística porque en los últimos años hacía perfo con todo su cuerpo.

-T: «Notas Maricas» es un corpus de la cultura gay, con eje en lo argentino, que recupera militancias y trayectorias y alumbra terrenos donde lo gay parece no estar pero siempre aparece…
-F.S: Me interesa mucho recuperar la memoria de días pasados, de luchas que nos permitieron llegar a donde estamos, aunque podemos estar mejor y con más derechos. Y como decía si bien estoy en contra de todo casamiento como institución está buenísimo que exista matrimonio igualitario porque nos posiciona en igualdad de derechos con la gente paki, porque lo contrario de igualdad no es diferencia sino desigualdad. Hace poco querían que pusiéramos la H de Hetero en la sigla LGBTTIQA+. ¡Qué ridículos! Ellos fueron los hegemónicos, los que nos desplazaron y ahora quieren lugar en la sigla de las minorías cuando son mayoría absoluta.

-T: Tanto en la nouvelle «Cactus» como en algunas entrevistas aparece una tensión entre el deseo sexual y el amor, planteados incluso como antítesis ¿Por qué es fácil encontrar con quien tener sexo pero difícil encontrar amor, como le decís a Pedro Lemebel en una entrevista?
-F.S. Me gusta mucho ese tema porque lo veo a diario, desde mis compañeros de equipo, de fútbol gay, hasta en mis pacientes y me parece que es algo muy humano y característico del mundo gay, más que del universo LGBT. Este tema lo desconocen muchos psicólogxs que no están capacitados en perspectiva de género. Cuando están con un paciente gay, y ellxs no conocen nada de nuestra cultura, les dicen: ‘Bueno, no te hagas problema, ya vas a conseguir novio, es difícil tanto para el mundo gay como para el hetero. Somos todos iguales’. Y no es así. No somos todos iguales. El matrimonio igualitario existe desde hace 10 años, el heterosexual desde hace 2.020 años, si nos basamos en el calendario cristiano…

Además, la sexualidad gay se vive de otra manera que la hetero, aunque ambas sean una construcción social y por ende ficticias. El deseo, el placer, en la comunidad gay va por un carril y en algunos casos se aúna con el del amor, pero no siempre es así. La última vez que tomé un café con Juan José Sebreli me decía que él no puede entender como dos hombres se casen, que eso es re heterosexual, que para él lo rico de ser puto es romper con la institución monógama y con el amor para tener sexo. El artista Roberto Jacoby piensa lo mismo. Él me decía, un día que nos encontramos en un subte: ‘Para el amor tengo amigos. Para el sexo: chongos’.

-T: En tus textos también hay un gesto de desenmascarar al «macho argentino»: el peón, el fubolista. ¿Estas ficciones y no ficciones son intervenciones políticas, que buscan sacudir, incomodar, visibilizar?
-F.S: Sí, totalmente. Busco incomodar y sacar las caretas. Busco transformar; ese es mi objetivo. Que nos trans-formemos todxs. Si unx educa a una persona libre, de verdad, no va a tener el andamio estructural de lo binario, de la construcción del género como hombre o mujer o la orientación sexual tradicional hegemónica; sino que todo, como diría Perlongher, sería más fluido: el género, las relaciones sexuales. Lento, peo allá vamos: lxs heteroflexibles abundan. Pero, claro, mantienen relaciones sexuales con las travestis por dinero, nunca van a andar diciendo que sienten placer al estar con una travesti, un gay o lo que sea. Si los jugadores de fútbol pudieran hablar libremente de sus placeres, fantasías y todo lo que hacen adentro del placard liberarían a muchos hinchas y seguidores y seríamos todxs más libres. Todavía hay mucha hipocresía.

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