
EL BESO DE LA MUJER ARAÑA: UNA OBRA MAESTRA EN UNA PUESTA MAESTRA
14 de febrero, 2022
Por Facu Soto
“Las mujeres no tienen que dejarse usar ni someter», «El problema son las diferencias de clase»; estas y otras frases tan contemporáneas y en sintonía con el feminismo -por suerte y por esfuerzo de muchxs activistas- en boga, que resuenan y se escuchan con si fuese la primera vez que se dicen, es la vigencia de una obra que -a pesar de sus años, escrita en 1976 y censurada por la dictadura militar- alcanza la perfección en su contenido y forma. Una obra maestra de nuestro siglo en una puesta que le hace honor al autor, tanto como a lxs espectadorxs.

Es difícil de lograr una puesta tan acertada como esta, “El beso de la mujer araña”de Manuel Puig con la dirección de Valeria Ambrosio, donde los diálogos se escuchan a la perfección, porque no hay una barrera que nos esté indicando que hay gente arriba del escenario y otra abajo, donde la horizontalidad de la puesta hace partícipe al público, interrogándolo y mostrándole cómo era ser homosexual en los años 70s.
En esta versión de «El beso de la mujer araña» su directora propone -y logra- que lxs actores se muevan con naturalidad en un ambiente azulado que enternece tanto por sus palabras como por su clima de opresión y búsqueda de libertad y deseo; cuando no la concreción de ideales de una lucha política.
El libro de Manuel Puig sigue estremeciendo, que escrito con palabras simples y diálogos cotidianos lleva la estructura de una película de suspenso, donde la trama y las historias que se cuentan son varias, en un mismo escenario. Otro de los temas a destacar en esta puesta es el excelente hallazgo de la psicología de los personajes, diseñados tal como los pensó Puig, y quizás hasta robustecidos. Quizás fue la aspiración del autor a convertirse en un cineasta –trabajó muchos años como asistente de dirección en Italia luego de haber fregado platos en restaurantes baratos de Europa- es lo que hace –probablemente- que la obra tenga la dinámica de un film. Volviendo a la psicología de lxs personajes, es común que en una obra de arte lxs espectadorxs proyecten su historia en la obra. Es en una escena de “El beso de la mujer araña” donde Molina, unx de lxs dos personajes protagonistas de la obra, le cuenta el argumento de una película a su compañero de celda. Después, entre café y mate se preguntan qué hay de ellos en esa película que uno le narró al otro, trayéndonos a la memoria la “escena sobre la escena” o también conocida como “la ratonera” de Shakespeare en Hamlet para decirle al padrastro en forma representada lo que no puede decirle de otra forma. Con este tramo genial, como tantos otros, la puesta posee una contemporánea modernidad y consistencia que resultan admirables.

Oscar Giménez, formado en la escuela de Agustín Alezo, actor, director, docente de teatro y director artístico del renovado Teatro Buenos Aires, encarna a Molina con la certeza de que no hay otro Molina, más que el que tenemos frente a nuestras narices en el teatro. La virilidad de Valentín, encarnada por Pablo Pieretti, ganador del Premio Estrella de Mar 2017 a Mejor Actor protagónico de drama, por su trabajo en “Entropía o el orden de lo vano”, no tiene desperdicios: desde un pezón gordo y ardiente que se le escabulle la musculosa, hasta el culo peludo que exhibe con cuidado estético hasta su rudeza performática y política es un festín para todxs las Molinas de la sala.
Lo que aparece con claridad es la no existencia de la identidad sexual, por más que nos empeñemos en posicionarnos en un lado o el otro; lo que Néstor Perlongher por aquellos años en que Puig escribía esta obra llamaba el devenir sexual, es decir el devenir callejero y sexual que se practicaba con pasión y que evitaba la estigmatización de la palabra para nombrarla. Sabemos que las etiquetas inhiben, dan miedo y paralizan: muchos hombres no quieren ser, pero gozan y disfrutan cuando no son catalogadxs. Sin embargo, por aquellos años donde Puig escribió la obra, la exageración de una identidad marica era frecuente para conquistar a los chongoy y/o machos (que a veces pueden ser marichuros o no), como si se creyera que no habría otra forma de conquistar a un hombre que no fuese siendo mujer. «Impensable que un homosexual tenga algo con otro homosexual», dice Molina en un momento retratando las creencias y prácticas generales de la época.
La toma de decisiones está en el centro de la psicología de Molina, quién se debate internamente si cumplir con el pedido del jefe de la penitenciaría y hablar, contar lo que Valentín le confesaría, a cambio de obtener su libertad, o ser cómplice de un militante de izquierda, que la envuelve en un manto de deseo de hormonas masculinas, deseo y virilidad, pero que también lo maltrata cuando aflora su lado intolerante, irritando la sensibilidad de su compañerx de celda hasta las lágrimas. Así nosotras también nos emocionamos hasta las lágrimas con esta obra y esta puesta que perdura en la memoria de sus espectadorxs.
Teatro Buenos Aires
Av. Corrientes 1699
Jueves, Viernes y Sábado – 20:30 hs –
Hasta el 26/02/2022